La Calzada del Gigante, junto a los Acantilados de Moher, es uno de los mayores atractivos turísticos de la isla de Irlanda. Cada año miles y miles de personas viajan al norte de la isla para poder caminar por esta extraña formación rocosa formada por miles de columnas. Sin embargo, muchos son los que desconocen el por qué del nombre de este extraño y hermoso lugar.
Todo comenzó hace 60 millones de años, cuando el norte de la isla era una región volcánica. Poco después de desaparecer los dinosaurios, lo que hoy conocemos como verdes praderas en las que las ovejas pastan tranquilamente, antes eran ríos de lava que poco a poco comenzaron a dar forma a la costa irlandesa.
La gran carga de basalto de una erupción provocó, al contacto con el frío, la formación de más de 40.000 columnas, hexagonales y octogonales en su mayoría, que parecieran ser talladas por la propia mano del hombre. Considerada como la teoría oficial, esta surgió muchos siglos después del nacimiento de la leyenda mitológica que daba explicación a la creación de este asombroso paisaje y que, hoy en día, sigue convenciendo a más de uno.
Dice la leyenda que un gigante llamado Finn McCool vivía con su esposa en la costa del norte de Irlanda. Por su parte, el enorme gigante Benandonner vivía en las playas de Escocia, al otro lado del mar. Su enemistad era conocida en la zona y, aunque se gritaban con odio, jamás habían llegado a pelearse ante la lejanía a la que encontraban el uno del otro, divididos por las aguas.
Pero un día Finn tuvo una idea. Decidido a plantar cara a Benandonner, comenzó a arrancar rocas de la costa irlandesa para lanzarlas al agua y construir así un camino que le permitiría llegar hasta Escocia. El gigante irlandés trabajó durante toda una noche para llegar a Escocia y enfrentarse en combate a su enemigo escoces.
Lo que no se esperaba era el tamaño de su oponente. Si bien a la lejanía parecía tener su estatura, en realidad le triplicaba en tamaño, lo que mermaba sus posibilidades victoria ante semejante monstruo. Tan sigiloso como llegó, decidió volver a toda prisa para refugiarse en su casa junto a su mujer. Pero ya era demasiado tarde, Benandonner descubrió el camino que Finn había construido y comenzó a caminar por esas columnas que, de la noche a la mañana, parecían haber surgido de las propias aguas.
Mientras el gigante escocés estaba a medio camino, Finn llegó a su casa y le explicó lo sucedido a su esposa. Tras pensar unos segundos, la mujer disfrazó a Finn de bebé y le colocó en la cuna de su hijo con el fin de que pasara desapercibido, aunque su tamaño le podía delatar.
Una vez llegó el gigante escocés, aporreó la puerta de Finn para dar con él. Cuando entró en la casa, comenzó a registrar cada rincón de la estancia hasta que dio con la habitación del hijo, donde encontró a Finn. Pero el gigante escocés no brillaba por su inteligencia y, tras ver lo que parecía un bebé de un tamaño exagerado, llegó a la conclusión de que el padre de la criatura sería 10 veces más grande que él.
Tan solo hacerse la idea de luchar contra tal gigante, sus aspiraciones de victoria se convirtieron en un escalofrío que recorrió su cuerpo de la cabeza a los pies. Fue entonces cuando comenzó a gritar de terror y salió a toda prisa de vuelta a Escocia, destrozando a su paso con su mazo el camino de rocas que Finn había construido y que, desde entonces, sería conocida como la Calzada del Gigante.
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